domingo, 19 de septiembre de 2010

Esto paso bajo las ordenes K.

No interesa si específicamente dieron la orden para que esta accion se llevara a cabo, lo importante es que fue realizado por subalternos K. La Policía Federal depende del Ministerio del interior y este es una de las ramas del poder ejecutivo encabezado, en este caso, por los K. Cuando se les pedirá cuenta.

http://tiempo.elargentino.com/notas/dramatica-historia-de-los-jovenes-arrojados-al-riachuelo-junto-ezequiel



No murieron ahogados como su amigo, aunque también sufrieron torturas de mano de los policías. Uno de ellos fue asesinado en 2009 en Ciudad Oculta y el otro permanece detenido sin condena firme en una cárcel federal.

Hace ocho años una docena de policías federales obligó a Ezequiel Demonty, Julio Ismael Paz y Claudio S. a saltar al Riachuelo. El cuerpo de Ezequiel fue encontrado una semana después, el 21 de septiembre de 2002. Flotaba a la vera de un puente, a tres kilómetros del lugar desde donde cayó. Los dos amigos que estaban con él lograron sobrevivir a las torturas policiales y a las oscuras aguas del Riachuelo, pero el destino los persiguió hasta alcanzarlos. Julio Paz fue asesinado el año pasado en Ciudad Oculta. Claudio, ya mayor de edad, está detenido sin condena en una cárcel federal. Y todavía no logró borrar de su cabeza la última imagen de Ezequiel a punto de morir.
El 14 de septiembre de 2002, los tres adolescentes y una chica de nombre Jessica volvían de bailar de Radio Estudio, en Constitución. En el trayecto a pie hasta el Bajo Flores fueron interceptados por la policía. Jessica dijo que estaba embarazada y la dejaron ir. A los otros los obligaron a subir a tres patrulleros distintos. Los agentes, todos de la comisaría 34ª, luego dirían que los chicos habían intentado robar en una remisería. Pero la verdad es que no los llevaron detenidos, sino que los hicieron bajar frente al Puente Alsina, los golpearon hasta cansarse y luego los arrojaron al agua. "Asunto solucionado: aprendieron a nadar", dijo por radio minutos después el oficial Gastón Somohano.
Aquella noche, Julio Paz logró cruzar hasta la otra orilla. Claudio, que tenía 14 años, se aferró a una rama y se escondió entre los juncos. Ezequiel no pudo hacerlo. La autopsia luego revelaría que el adolescente de 18 años luchó por su vida durante cerca de diez minutos, hasta que sus pulmones se llenaron de agua y se le paró el corazón.
Claudio lo vio levantar las manos, y pensó que lo hacía para tomar impulso, pero después no volvió a aparecer más. La escena se le grabó a fuego. "¿Sabe qué feo que es ver a alguien que se está hundiendo y usted no poder hacer nada?", le dijo días después a Dolores Sigampa, la madre de Ezequiel. 
"Siempre repetía eso Claudio", recuerda la mamá de Ezequiel. "Se había quedado con esa culpa. Yo le respondía que él era una víctima, y que los culpables eran lo que los habían tirado al rio."
A pesar de todo, el adolescente intentó salir adelante. A los 18 tuvo un hijo y lo bautizó Uzmiel. Consiguió trabajo como albañil en un plan de viviendas del barrio y se concentró en ayudar a su familia. "Desde chico fue como mi papá, porque ellos murieron cuando yo era bebé", recuerda Claudia, su hermana menor.
Hace tres años lo quisieron llevar preso por primera vez. En el barrio todos sabían que un pibe apodado "El Manco" le había robado la cartera a la mujer de un policía. Dolores lo supo cuando, camino al almacén, se encontró con el tumulto. "Había un montón de gente, y un policía que disparaba al aire. Yo me acerqué para decirle que no tirara más, y ahí lo vi: lo tenían a Claudio en el piso".  Dolores pidió que lo largaran. "Ya sé que no fue él, pero decile que se calme", le contestó un policía. Y entonces ella peleó por el amigo de su hijo. Insistió, y no bien lo soltaron, lo alzó como si fuera un niño.
Tiempo después, Claudio se quedó sin trabajo y volvió a caer. "Ahora está preso hace dos años. Yo lo voy a ver, y mi abuela me ayuda para llevarle cosas. No tenemos plata para un abogado, así que ni siquiera sabemos cuándo va ir a juicio", cuenta su hermana. "En el penal –agrega- está con psicólogos: todavía sigue viendo a su amigo ahogándose."
La tercera víctima no tuvo mejor suerte. "El Pelado", como todos conocían a Julio Paz, era huérfano. Se había criado entre la casa de su abuelo y los pasillos de Ciudad Oculta, donde los vecinos lo adoptaron a modo de mascota. "Era un pibe simpático, que se hacía querer. Una vez tuvo que hablar con Gustavo Béliz, que en ese entonces era ministro, y lo trató como si fuera un pibe del barrio", recuerda uno de sus vecinos.
Cuando se hizo el juicio contra los nueve policías acusados por la muerte de Ezequiel, el testimonio de los dos sobrevivientes fue clave para la condena. Julio Paz llegó a los estrados desde la cárcel de Devoto, donde estaba encerrado por un robo menor. "Cuando lo trajeron para declarar me dijo: 'Doctor, consígame ropa: no puedo ir vestido de preso. A Ezequiel no le hubiese gustado. Él siempre quería lo mejor para mí'", recuerda José Vera, el abogado de la familia Demonty. Ese mismo día, mientras declaraba, tuvieron que explicarle que el fiscal estaba del lado de él: Julio sólo asociaba esa figura a alguien que ayudaría a condenarlo.
Hasta aquel juicio, los dos jóvenes tuvieron contención. Pasaron un tiempo escondidos en casa de amigos y luego fueron cobijados en un programa de protección de testigos. A uno lo llevaron a Mar del Plata y al otro a Santiago del Estero. Pero pronto se acabó el resguardo. "Nunca tuvieron una verdadera contención del Estado. La atención psicológica era un llamado telefónico de vez en cuando. Imaginate cómo podés quedar si vienen 12 policías, te golpean entre todos y te tiran a un río", dice Dolores.
Poco antes de morir, el Pelado durmió en el auto de un vecino de Ciudad Oculta. Allí lo encontraron a mediados del año pasado. Estaba en posición fetal y tenía tres tiros en la cabeza. La madre de Ezequiel consiguió en una institución estatal el dinero "para el velorio". "En los barrios siempre se dice por qué pasó algo o quién pudo haber sido. Pero con lo del Pelado nadie dijo nada", cuenta Dolores. Fue uno de esos crímenes que ni siquiera generan un rumor.
 



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